Miel Silvestre

Miel Silvestre Capítulo VIII “De cochecitos lere a modelos T” Gino Valentti llego desde Italia como muchos inmigrantes, una valija con lo básico y otro tanto de sueños por cumplirse en tierras americanas. Venezuela era un paraíso rural una tierra fértil, antes de venir a América con unos amigos en el último momento dejo de un lado sus planes originales de irse a Estados Unidos y cambio su perspectiva drásticamente al tomar como destino a un llamado “Venezuela”. Gino consiguió trabajo como cochero de los Peres, pero otra vez la modernidad daba un vuelco a la ciudad de Caracas, prontamente dejo de lado a los caballos y rápidamente se introdujo en la maravillosa tecnología de los modelos T de Ford. Los Peres fueron los primeros en lucir el extraño artefacto pero que hacia los viajes más rápidos y “seguros” eso pensaban todos. Valentti se hizo amigo de un francés llamado Paul Beuchamp en una taberna de caño amarillo por casualidad, Los italianos y franceses rara vez entablaban conversaciones o amistad por esta época, pero fuera de Europa cualquiera que recordara al viejo continente era un coterráneo así no entendieran el uno y el otro el idioma que hablaban. Beuchamp se convirtió en el chofer de Evaristo en los menesteres diligentes de su trabajo en Caracas. Cada que tenían un tiempo libre tomaban alguna copa juntos en aquella taberna, los venezolanos eran buenos conversadores alegres y ¡cómo no! Las mujeres ¡oh las mujeres! unas beldades, se les veía por doquier pero estas mujeres que llevaban una vida del trabajo más antiguo de la historia extrañamente eran muy serviciales y muy buenas. Soñaban cada uno con conseguir una venezolana para hacer familia pero los hombres y las copas animan a la diversión eso era lo que querían. Por otro lado ambos hablaban de su patrono Evaristo vaya por Dios que singular empresa era aquella de entretener a los Caraqueños, viajeros, diplomáticos gente sin educación y alta alcurnia; en una sala escuchando conciertos, asistiendo a óperas y Obras teatrales. La verdad no calaba en el gusto de los caraqueños las decisiones de Evaristo en el gusto de los poderosos asistentes, querían sacarlo de su puesto tal vez algunos querían estar ahí; otros por otro lado sólo querían fastidiar el desenvolvimiento de Evaristo como Director del Teatro Nacional. Una singular noche de pitos y pandemónium orquestado por los detractores en el teatro se armó una golpiza cuando un asistente se montó en el escenario borracho besando a la cantante en plena aria y quitándole a puñetazos el vestuario dejándola desnuda. La s mujeres gritaban y de repente hortalizas y otras cosas empezaron a salir por todos lados. Evaristo trato de calmar ánimos cuando de repente un hombre se abalanzó sobre el salvándole de un letal botellazo en la cabeza, ambos hombres cayeron al piso mientras desconcertados reían en el suelo sin dejar de estar aturdidos y un poco asustados es verdad. –Salgamos de aquí dijo el hombre a Evaristo – Es que no puedo debo calmar esta situación –Salgamos de inmediato le digo. Mientras llegaba la policía a llevarse al hombre y desalojar la sala. Evaristo hablo con el Gendarme y le prometió que esto no volvería a ocurrir en el teatro, como abogado sabía como defenderse y como Director hacer valer sus derechos. El hombre le esperaba fuera del Bureau del teatro pacientemente. Al salir agotado pudo encontrar en el hombre que le había salvado una fraterna y cálida persona con quien estar después de aquella “Nochecita terrible”. El hombre le dio su tarjeta y dijo – Trino Hahn, para servirle espero que seamos buenos amigos Evaristo apretó fuertemente la mano de Trino a sabiendas de que el apellido Hahn decía mucho, inmediatamente pensó en Reynaldo Hahn y respondió –Gratísimo placer el conocerle señor Hahn, gracias por todo lo que por mi persona ha hecho usted hoy. Evaristo fue invitado a la casa de los Hahn y de esta cena saldría su salvación.

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