Iosef de la casa de David.

Tefilim 119,164 Orar sin cesar Te alabo siete veces al día, por tus justos designios. - ¿Padre mío entonces somos de la casa de David? dijo con gran sorpresa el niño Ieshua a su Padre Iosef. Estaban juntos viendo por el patio de la casa de Nazaret. Iosef sentía una gran alegría de ver la inocencia del pequeño y de saber entonces respondió amorosamente. –Hijo mío con toda humildad y reverencia te digo que de la casa de Judá somos. Esto nos obliga a ser más dados con nuestros semejantes y dar lo mejor de nosotros a todos con todo nuestro amor compasivo. Eso haría nuestro antepasado el Rey David, y eso sería cuestión de enseñanza de sabiduría para nuestro reverenciado antepasado el Rey Salomón. Sin embargo venimos tanto del Padre Abram como de Lot. Puesto que nuestra antepasado Ruth era de Moab, Moab fue hijo de Lot Rut hizo ley del levirato con el amado antepasado Booz allá en la ciudad de David donde tu naciste cuando llego con nuestra hermana Nohemí desde Moab , venimos desde muy lejos y tenemos que honrar todo nuestro abolengo con humildad Obed fue nieto del gran abuelito Booz. El abuelito Jesé engendro a David este a Salomón y son casi 14 generaciones hasta ti mi niño. Mamá también es de la casa de David. El niño Ieshua escuchaba atentamente muy emocionado y abrazo a su padre con toda la ternura de un pequeñuelo. - ¿Es por eso que eres tan amable con todos Padre mío, porque sabes que venimos de muy lejos y hemos viajado mucho? –Es la pura verdad hijo mío, alegría de mi vida, Luz de esta casa y del universo amor de tu madre. Dijo Iosef con tanta ternura que parecía que la brisa de Nazaret y la luz de la tarde y todo lo que estaba alrededor se conmovía, ante tanta ternura de Padre e hijo. –Debes seguir con tus clases de kabbalah, niño mío de abrirte a la Torah meditar el Talmud y darle la apertura total al Zóhar. Escuchar lo que los sabios te dicen con vehemencia, además debes hacer uso de eso que aprendiste en Egipto de tus maestros de allá, y todo lo que aquella hermosa y buena tierra ofreció a tus ganas de ser un buen niño. Dijo Iosef a Ieshua , volvió a abrazarle y le hizo pasar a casa porque ya olía a la cena y era menester el rezar. Fue entonces que Iosef comenzó a recordar sobre su vida para ofrecérsela en sorpresa sin apuros y de obsequio en esas horas duras de trabajo en que Ieshua se empeñaba en ayudar a su Padre. “Así hará mi Padre celestial con ustedes si no perdonan de corazón a sus hermanos” (Mt 18,35) Libertad Irreversible.

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